martes, 8 de diciembre de 2015

PIEDRA A PIEDRA



Malena tenía quince años y le gustaba pasearse por su habitación desnuda, estaba enamorada de Rubén que componía versos infames, y quería ser actriz, se parecía a Mónica Vitti, era ingenua y hermosa. Por encima de todo habitaba en ella un espíritu libre, indomable hasta la terquedad, había vivido sin gritos, sin látigos, sin cadenas, sin miedo y eso se notaba. Pero una noche de noviembre llegó Ramón a casa, era el nuevo novio de su madre, y la felicidad se partió en pedacitos, empezó tragándose las lágrimas y después acabó haciéndolo con el semen. Unos días antes de navidad, Malena, cogió la mochila del instituto, metió un par de muñecas y un libro de Bolaño, se subió a un autobús y desapareció sobre las cenizas del otoño mientras repetía, ni dueño, ni dios.




Diez años después Rubén Solana llegaba a Madrid desde Zaragoza para presentar su primera novela, estaba nervioso, salió de la Estación de Atocha y la vio, el impacto fue inmediato, un acto reflejo del tiempo, acurrucada en una cajita de cartón, sin dientes, sin sonrisa, sin nada, estaba Malena. Se acercó despacio, para no asustarla, ella levantó la ceja en un gesto mecánico de defensa, Rubén la besó en la mejilla, y de repente, desde el costillar de la adolescencia volvieron Arturo Belano, Monica Vitti, Ulises Lima, los eternos veranos en Mirambel y la primera vez. Malena cerró los ojos con una leve mueca de tranquilidad, por fin había espantado a los fantasmas. Esa noche, Rubén vendió muchos libros y se acostó con una preciosa estudiante de derecho, ella murió congelada.