viernes, 25 de octubre de 2013

FRIDAY I´M IN LOVE



Aparecí con mi cámara al hombro, sentí una gran alegría al ver llegar el tren de Valencia, se retorcía como un gusano viejo y cansado, yo soy de los que iba con mi hermano mayor a la estación, a esperar a hombres con trajes relucientes instalados con resignación en la monotonía de los nuevos ochenta, y a hermosas amas de casa que aterrizaban allí desde sus pueblos ignotos y tocaban el cielo mientras tarareaban a The Cure en una borrachera semanal. Se abrió la puerta y por la escalerilla bajó un chico harapiento, desaliñado, con olor a fritura y a tabaco, uno de esos tipos duros que masticaban el peligro y sus juegos pasajeros, puse el objetivo en él, a sus brazos acudió una treintañera bajita, morena, de rostro juvenil y sonrisa seductora, la reconocí de inmediato, era Claudia, mi mujer, me retorcí, tragué saliva y seguí disparando mi Nikon, estuvieron un rato callados, devorándose con los ojos, se aferraron a sus cinturas como a un abismo, sus lenguas salieron de las madrigueras y se fundieron a lo bestia, a mi edad estos sobresaltos son peligrosos, así que me fui en silencio para no molestar. Ahora, en mi ordenador aparecen sus besos, sus cuerpos, sus sombras, un cúmulo de emociones, traiciones y amor, mucho amor, mientras, Claudia me grita desde la cocina que la cena está preparada, lo hace como cada noche desde hace diez años, con dulzura y cariño, me hundo en la silla, es mi manera de seguir vivo, el que lo probó lo sabe.



viernes, 11 de octubre de 2013

LOBOTOMÍA PARA ROMÁNTICOS


Poco a poco fue llegando del exterior el estrépito, la bronca, el bullicio, y se sintió como pez en el agua, aunque sufrió por estar literalmente relegado a un protocolo de cerrojos, insultos y miedo, pero con determinación alcanzó esos cuatro barrotes oxidados y en vez de entristecerse, ¡fue para pasmarse!, rió con rabia, había recorrido el espacio invariable entre la perdición y el whisky doble, y entonces, sintió que algo le oprimía el corazón, supo que todo se iba al garete, escuchó la voz de su hijo y se puso a temblar, estaba cansado, ni siquiera derramó una lágrima, no era su costumbre, después afiló su cuchillo y esperó la última oportunidad.